Y largas ramas gotean
tranquilidad;
Las hembras del pavo
real danzan en la suave grama,
Un loro se mece sobre
un árbol,
Enfadándose de su
propia imagen en el esmaltado mar.
Aquí atracaremos
nuestra solitaria nave,
Y vagaremos por siempre
con nuestras manos trenzadas,
Suavemente murmurando,
labio a labio,
A lo largo del césped,
a lo largo de la arena,
Murmurando cuán lejos
están las tierras intranquilas:
Cómo estamos solos,
lejos de los hombres,
Aparte, escondidos bajo
las calladas ramas.
Mientras nuestro amor
fortifica una estrella india,
Un meteoro del ardiente
corazón,
Una con la marea que
brilla, sus alas que brillan y surcan el cielo.
Las pesadas ramas, la
bruñida paloma
Que gime y suspira
durante cien días:
Cómo, cuando muramos,
nuestras sombras vagarán,
Cuando la víspera haya
acallado los caminos emplumados
Con vaporosas pisadas
sobre la llama somnolienta de las aguas.
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