viernes, 27 de noviembre de 2015

LA BALADA DEL CAZADOR DE ZORROS


Recuéstenme en la silla de los cojines;
Llévenme allí, ustedes cuatro.
Cojines allí, almohadones allá,
Para ver el mundo una vez más.

Vayan al establo y donde los perros;
Traigan de allí lo que haya que traer.
Guíen a mi Lollard de un lado al otro,
O suavemente en un círculo.

Pongan la silla sobre el pasto,
Traigan a Rody y a sus perros de caza,
Así podré atravesar, conforme,
Estas terrenales ataduras.’

Sus párpados cayeron, su cabeza se inclinó lenta,
Sus viejos ojos nublados de sueños;
El sol cae en somnolientos rayos
Sobre todas las cosas que crecen.

El pardo Lollard pisotea la grama
Y llega al sillón.
Ahora que los sueños del viejo están muertos,
Él acaricia la larga nariz parda.

Y ahora se mueve una simpática lengua
Sobre sus manos gastadas,
Porque para los sabuesos viejos, y para los jóvenes,
El cazador se pone de pie.

Cazador Rody, suena el cuerno,
Haz que las colinas repliquen.’
El cazador suelta en la mañana
Un grito alegre y vagabundo.

En los ojos del viejo hay fuego,
Sus dedos se mueven y se balancean,
Y cuando la música errante muere
Lo oyen decir lánguidamente,

Cazador Rody, suena el cuerno,
Haz que las colinas repliquen.’
Ya no puedo sonar mi cuerno,
Solo puedo llorar y suspirar.’

Los criados alrededor de los almohadones
Lucen apretados por la pena.
Los perros de caza miran fijamente su rostro,
Los viejos sabuesos y los jóvenes.

Un perro ciego yace aparte
Sobre el pasto soleado;
Mantiene una profunda charla con su corazón:
Los momentos pasan y pasan;

El perro ciego, con triste estruendo,
Levanta lento su cabeza invernal;
Los sirvientes acarrean el cuerpo adentro,
Los perros de caza gimen por el muerto.