lunes, 18 de mayo de 2015

EFÍMERA


Tus ojos, que antes nunca se fatigaron de los míos,
hoy se inclinan apenados bajo los pendulantes párpados
porque nuestro amor está menguando.

                                                   Y entonces ella:
'Aunque nuestro amor esté menguando, vayamos
al solitario borde del lago una vez más,
juntos en esta hora de ternura
cuando la pobre y cansada niña, Pasión, se ha dormido:
¡cuán lejanas parecen las estrellas, y cuán lejos
quedó nuestro primer beso, y, ah... cuán viejo mi corazón!'
Pensativos caminaban sobre las hojas desvanecidas,
y entonces él, cuya mano sostenía la de ella, replicó lentamente:
'La Pasión a menudo ha raído nuestros vagabundos corazones.'

El bosque los rodeaba, y las hojas amarillas
caían como leves meteoros al oscurecer, y una vez
un conejo rengo y viejo bajó por el sendero;
el otoño estaba sobre él: y ahora ambos se han detenido
en el solitario borde del lago una vez más:
volviéndose, él vio que ella había apartado las hojas muertas
reunidas en silencio, cubiertas de rocío, como sus ojos,
para su pecho y su cabello.
                                               'Ah, no lamentes', dijo él,
'que estemos abatidos, porque otros amores nos esperan;
odia y ama en tus horas, sin reproche.
Ante nosotros yace la eternidad; nuestras almas
son amor, y un continuo adiós.'



Nota: la pintura que acompaña este poema se titula Parejas de enamorados en Asnieres y pertenece a Vincent Van Gogh.