Tus ojos, que antes
nunca se fatigaron de los míos,
hoy se inclinan
apenados bajo los pendulantes párpados
porque nuestro amor
está menguando.
Y entonces ella:
'Aunque nuestro amor
esté menguando, vayamos
al solitario borde del
lago una vez más,
juntos en esta hora de
ternura
cuando la pobre y
cansada niña, Pasión, se ha dormido:
¡cuán lejanas parecen
las estrellas, y cuán lejos
quedó nuestro primer
beso, y, ah... cuán viejo mi corazón!'
Pensativos caminaban
sobre las hojas desvanecidas,
y entonces él, cuya
mano sostenía la de ella, replicó lentamente:
'La Pasión a menudo ha
raído nuestros vagabundos corazones.'
El bosque los rodeaba,
y las hojas amarillas
caían como leves
meteoros al oscurecer, y una vez
un conejo rengo y viejo
bajó por el sendero;
el otoño estaba sobre
él: y ahora ambos se han detenido
en el solitario borde
del lago una vez más:
volviéndose, él vio
que ella había apartado las hojas muertas
reunidas en silencio,
cubiertas de rocío, como sus ojos,
para su pecho y su
cabello.
'Ah, no lamentes', dijo él,
'que estemos abatidos,
porque otros amores nos esperan;
odia y ama en tus
horas, sin reproche.
Ante nosotros yace la
eternidad; nuestras almas
son amor, y un continuo
adiós.'
Nota: la pintura que
acompaña este poema se titula Parejas de enamorados en Asnieres y
pertenece a Vincent Van Gogh.