sábado, 31 de enero de 2015

EL MANTO, EL BOTE Y LOS ZAPATOS


“¿Qué es eso que haces tan blanco y brillante?”

“Hago el manto de la Pena:
Oh, adorable a la vista de todos los hombres
Será el manto de la Pena,
... a la vista de todos los hombres.”

“¿Qué es eso que construyes con velas para volar?”

“Construyo un velero para la Pena:
Oh, veloz sobre los mares todo el día y la noche
Navegaba la vagabunda Pena,
... todo el día y la noche.”

“¿Qué es eso que tejes con tan blanca lana?”

“Tejo los zapatos de la Pena:
Silentes para los oídos de todos los hombres
Serán los livianos pasos de la Pena,
... rápidos y livianos.”



William Butler Yeats (1889)
Traducción: Pedro Peña

jueves, 15 de enero de 2015

EL PASTOR TRISTE





Hubo un hombre a quien la Pena nombró su amigo,
Y él, soñando con su alta camarada,
Caminaba con pasos lentos por las resplandecientes
Y rumorosas arenas por donde el viento agita el oleaje:
Y alto le pedía a las estrellas que se inclinaran
Desde sus pálidos tronos para confortarlo, pero ellas,
Cómplices entre sí, siempre se reían y cantaban,
Y entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo
Gritaba al viento, ¡Mar Sombrío, escucha mi más penosa historia!
El mar siguió barriendo sobre la arena y gritó su antiguo y calmo grito,
Vagando en sueños de colina en colina.
Él abandonó la persecución de su gloria
Y, en el lejano y gentil descanso de un valle,
Le contó toda su historia a las relucientes gotas del rocío.
Pero ellas nada escucharon, porque siempre están escuchando
El sonido de su propio goteo.
Entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo,
Buscó de nuevo la costa y encontró una caracola,
Y pensó: mi difícil historia he de contarle
Con mis propias palabras, y ella, con su eco, enviará
Su tristeza a través del hueco de su perlado corazón;
Y mi propio cuento otra vez cantará para mí,
Y mis propias susurrantes palabras serán mi alivio.
Y ay... mi antigua carga ha de partir.
Entonces cantó suavemente cerca del perlado borde;
Pero aquel triste y solitario habitante de los mares agitados
Tornó su canto en un gemido inarticulado
Entre su confuso tumulto, olvidándolo todo.



William Butler Yeats (1889)
Traducción: Pedro Peña

lunes, 12 de enero de 2015

LA CANCIÓN DEL PASTOR FELIZ


Los bosques de la Arcadia ya están muertos,
Y acabada su antigua alegría;
Desde lo arcano el mundo se alimentó de sueños,
La Gris Verdad es hoy su colorido juguete;
Y aun gira ella su inquieta cabeza:
Pero oh, niños enfermos del mundo,
De todas las muchas cosas que mudando estado
En triste danza se arremolinan detrás de nosotros,
Al son de la cascada canción que Cronos canta,
Solo las palabras son innegablemente buenas.
¿Dónde están ahora los reyes guerreros
Que se mofaban de la palabra? Por la Cruz Triunfal,
¿Dónde están ahora los reyes guerreros?
Dicha por un escolar vacilante,
Leyéndola en alguna confusa historia,
Una vacía palabra es hoy toda su gloria:
Los reyes del tiempo antiguo yacen muertos;
La misma tierra vagabunda podría ser
Nada más que una palabra en llamas,
Escuchada solo un instante en el ruidoso espacio,
Afligiendo el ensueño interminable.

Por eso nunca veneres hazañas polvorientas,
Ni busques, porque esto es también cierto,
Con hambre desesperada la verdad,
No sea que tu esfuerzo solo produzca
Nuevos sueños, nuevos sueños; no hay verdad
Sino en tu propio corazón. Así que no busques
Conocimiento en los hombres de estrellas,
Que siguen con sus lentes ópticos
Los sinuosos caminos de los astros que pasan -
No busques, porque esto es también cierto,
Sus palabras – la fría ruina de las estrellas
Les ha penetrado y partido sus corazones en dos,
Y muerta yace toda su humana verdad.
Ve a recoger al costado del mar susurrante,
Alguna retorcida caracola con sus ecos,
Y a sus labios cuéntale tu historia,
Y ellos serán tu alivio,
Transformando con melodiosa astucia,
Levemente, tus inquietas palabras,
Hasta que cantando se desvanezcan
Y mueran en su perlada hermandad;
Porque solo las palabras son innegablemente buenas:
Canta, entonces, porque esto es también cierto.

Ya debo irme: hay una tumba
donde ondean narcisos y lirios,
Complaceré al desdichado fauno,
Enterrado bajo aquel suelo adormilado,
Con alegres canciones, antes del amanecer.
Sus aullantes días fueron coronados con alegría;
Y yo aun sueño que holla la grama,
Como un fantasma, caminando sobre el rocío,
Atravesado por mi canto agradecido,
Mis canciones de la soñada juventud de la vieja tierra:
¡Pero, ay! Ella no sueña ahora; ¡sueña tú!
Porque hermosas son las amapolas de la cumbre:
Sueña, sueña, porque esto es también cierto.



William Butler Yeats - 1889
Traducción: Pedro Peña