jueves, 15 de enero de 2015

EL PASTOR TRISTE





Hubo un hombre a quien la Pena nombró su amigo,
Y él, soñando con su alta camarada,
Caminaba con pasos lentos por las resplandecientes
Y rumorosas arenas por donde el viento agita el oleaje:
Y alto le pedía a las estrellas que se inclinaran
Desde sus pálidos tronos para confortarlo, pero ellas,
Cómplices entre sí, siempre se reían y cantaban,
Y entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo
Gritaba al viento, ¡Mar Sombrío, escucha mi más penosa historia!
El mar siguió barriendo sobre la arena y gritó su antiguo y calmo grito,
Vagando en sueños de colina en colina.
Él abandonó la persecución de su gloria
Y, en el lejano y gentil descanso de un valle,
Le contó toda su historia a las relucientes gotas del rocío.
Pero ellas nada escucharon, porque siempre están escuchando
El sonido de su propio goteo.
Entonces el hombre a quien la Pena nombró su amigo,
Buscó de nuevo la costa y encontró una caracola,
Y pensó: mi difícil historia he de contarle
Con mis propias palabras, y ella, con su eco, enviará
Su tristeza a través del hueco de su perlado corazón;
Y mi propio cuento otra vez cantará para mí,
Y mis propias susurrantes palabras serán mi alivio.
Y ay... mi antigua carga ha de partir.
Entonces cantó suavemente cerca del perlado borde;
Pero aquel triste y solitario habitante de los mares agitados
Tornó su canto en un gemido inarticulado
Entre su confuso tumulto, olvidándolo todo.



William Butler Yeats (1889)
Traducción: Pedro Peña

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