miércoles, 25 de febrero de 2015

EL HINDÚ, SOBRE DIOS


Caminé por el borde de agua debajo de los húmedos árboles,
Mi espíritu estremecido en la luz del atardecer, los juncos enredados en mis rodillas,
Mi espíritu estremecido de sueño y suspiros, y vi el paso de las guineas
A lo largo de la cuesta cubierta de hierba, y las vi dejar de perseguirse
En círculos unas a otras, y escuché decir a la más vieja:
Aquel que sostiene el mundo en Su pico y nos hizo fuertes o débiles
Es una guinea inmortal, y Él vive más allá del cielo.
Las lluvias vienen de Su empapada ala, los rayos de luna, de Su ojo.

Seguí un poco más lejos y escuché hablar al loto:
Quien hizo el mundo y lo gobernó, colgaba de un tallo,
Porque yo estoy hecho a Su imagen, y toda esta tintineante marea
No es más que una gota que se deslizó por Sus pétalos abiertos.

Un poco más allá en la oscuridad un corzo levantó sus ojos
Rebosantes de luz de estrellas, y dijo: El Hacedor de los Cielos,
Es un amable corzo; porque, ¿de qué otra manera, por los Cielos, pudo Él
haber concebido algo tan triste y suave, tan amable como yo mismo?

Seguí un poco más lejos y escuché un pavo decir:
Quien hizo la hierba, hizo los gusanos e hizo vistosas mis plumas,
Es un monstruoso pavo. Él sacudió toda la noche
Su lánguida cola sobre nosotros, iluminada por miles de puntos de luz.

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